10/27/2023 – Mirad que Nadie os Engane

Eddy De La Hoz   -  

Mateo 24: Jesús salió del Templo y, cuando ya se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del Templo. 2 Respondiendo él, les dijo:—¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada. 3 Estando él sentado en el Monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: —Dinos, ¿cuándo serán estas cosas y qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo? 4 Respondiendo Jesús, les dijo:

—Mirad que nadie os engañe, 5 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: “Yo soy el Cristo”, y a muchos engañarán. 6 Oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin.

 

Los discípulos detuvieron al Señor para mostrarle los edificios del templo. Aquel edificio construido por Herodes era motivo de orgullo nacional. Hay por lo menos una sutil muestra de cómo somos fácilmente engañados por las apariencias. Una de las principales razones que el pueblo rechazo a Cristo era su apariencia- no se conformaba a sus expectativas.

La verdad no se encuentra en la apariencia de las personas ni de las cosas. El Señor les advirtió que por fuerte, grandioso e indestructible que aparentara ser el templo, seria totalmente destruido. Esta es una de las profecías mas impactantes de la Biblia. Parecía imposible, sobre todo porque este era el templo del Dios viviente. Los que escucharon esta profecía se sintieron insultados, y la usaron para acusar a Jesús y provocar su crucifixión.

El que esta en Cristo no puede ser superficial. No se puede dejar llevar por las apariencias. Es nuestra responsabilidad hacer lo que hicieron los discípulos: ellos se acercaron aparte a preguntarle al Señor. Es aquí que el Señor les hace una advertencia que encontramos repetidamente en las escrituras: mirad que nadie os engañe.

Hay una dimensión del pecado que tiene que ver con nuestra ingenuidad. Es cierto que la razón fundamental del pecado es nuestra naturaleza. Pero hay una astucia maligna que se aprovecha de la ingenuidad humana. Nuestro Padre celestial se compadece de sus hijos, en una manera similar, aunque muy superior, a la de los padres que no quieren que sus hijos sean engañados por la apariencia atractiva del mal. El Señor nos ordena ser astutos, a no ser ignorantes, sino precavidos.